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La pobreza de tiempo, una vulnerabilidad poco visible

La pobreza de tiempo, una vulnerabilidad poco visible

Hoy, con motivo del Día Internacional de la Mujer, hablamos de la pobreza del tiempo, una nueva forma de vulnerabilidad que afecta más a las mujeres que a los hombres. 

Que el tiempo es oro no solo es una frase hecha. Nuestro sistema económico se basa en la compleja y desigual relación entre el dinero y el tiempo. El mercado laboral se basa en la premisa de que, a cambio de nuestro tiempo, recibiremos dinero. Pero ni el tiempo de todas las personas tiene el mismo valor, ni todas las personas disponen de la misma cantidad de tiempo.

El tiempo es posiblemente nuestro recurso más limitado, los días solo tienen 24 horas y no hay nada que podamos hacer para producir más tiempo del que existe. Cada día nos enfrentamos a la disyuntiva de cómo gestionar nuestro tiempo personal y el que invertimos en trabajar. Pero, ¿qué pasa cuando nuestro tiempo personal tiene que ser, además, invertido en el cuidado de otras personas?

La economía de los cuidados hace referencia al trabajo no remunerado que se realiza en los hogares y que comprende funciones como las tareas domésticas, gestión del hogar, cuidado de hijos e hijas y/o personas mayores, etc. Esta carga de trabajo (y tiempo) recae sobre las mujeres en un 75% de los casos; trabajo que supone aproximadamente el 15% de PIB y que se traduce en 130 millones de horas no cotizadas, no pagadas, y lo más grave, no visibilizadas.

El estudio Las invisibles de la asociación Yo No Renuncio en colaboración con El Club Malas Madres, nos invita a preguntarnos ¿por qué cuidar y producir son trabajos incompatibles? ¿Podríamos producir en las empresas si no hubiera nadie que nos cuidara? ¿Por qué el trabajo de cuidado es incompatible con la vida laboral?

La pobreza del tiempo

La introducción de la mujer en el mundo laboral, si bien ha contribuido a la emancipación económica y a una mayor distribución de la riqueza, también ha supuesto una limitación con respecto al tiempo libre de las mujeres.

En la mayoría de los casos, la gestión del hogar (con la carga física y mental que supone) recae en las mujeres, que tras volver de su jornada laboral tienen todavía una larga lista de tareas pendientes por las que no cobrarán nada. Esto nos sitúa ante una nueva forma de vulnerabilidad: la pobreza de tiempo.

Claire Vickery fue la primera persona en introducir el tiempo como una variable para la medición de la pobreza, entendiendo que “los recursos de cada familia están determinados por sus activos y el número de horas-adulto disponibles para ganar ingresos en el mercado o para producir bienes y servicios fuera de éste”.
Fue también ella quién remarco la idea de que la producción doméstica (la economía de los cuidados) es necesaria para el bienestar de un hogar, lo cual repercutirá de forma indirecta en la producción y el bienestar de los mercados.

Al introducir la dimensión del tiempo cambiaríamos la perspectiva desde la que miramos (definimos y medimos) la pobreza y consecuentemente deberían cambiar las soluciones aportadas desde las políticas públicas.
Si entendemos que la pobreza no solo implica carencias materiales o financieras, las ayudas destinadas a los hogares vulnerables no repercutirían únicamente en los ingresos. Sobre todo, porque son muchos los hogares en los que la carencia económica no los posiciona en los rangos de pobreza, pero que, sin embargo, la falta de tiempo los hace vulnerables.

Las mujeres, la más vulnerables

Vulnerables ¿por qué?
En primer lugar, la falta de tiempo para conciliar la gestión de las tareas domésticas y de cuidado con el trabajo remunerado puede tener implicaciones negativas en la inserción y proyección laboral, sobre todo de las mujeres.
En segundo lugar, el hecho de que, por falta de tiempo, haya que recurrir a la contratación de servicios domésticos y de cuidado se traduce en una disminución de la riqueza familiar.

Y, por último, la falta de tiempo para disfrute y crecimiento personal repercute negativamente en el bienestar de las personas por diferentes motivos. Por ejemplo, la falta de tiempo para la formación o el descanso puede repercutir negativamente en el desarrollo laboral. No disponer de tiempo personal también influye en los niveles de ansiedad y estrés. La escasez de tiempo para el ejercicio o la planificación de una dieta saludable puede afectar negativamente a la salud física.

De manera que, la vulnerabilidad no es solo una cuestión económica, como hemos podido comprobar, la carencia de tiempo también puede empobrecernos.

Por este motivo, las medidas sociales deberían contemplar la carencia de tiempo como un factor de vulnerabilidad, y no solo las carencias materiales. Las políticas deberían ir orientadas hacía proveer tanto a hombres como a mujeres de tiempo para dedicarse a las tareas domésticas y de cuidados. Véase, bajas por maternidad y paternidad equiparables, permisos informales para la atención de emergencias familiares equitativas, mejora de las condiciones laborales que prevengan de la precariedad y el pluriempleo, educación en materia de igualdad y una larga lista de etcéteras que pongan en el centro a la vida y no sólo al capital.

Violencia económica

A esta lista tan larga de soluciones, se podría añadir la necesaria e imprescindible educación en la igualdad de género, que fomente una nueva cultura basada en la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.

¿Por qué es importante? Porque, como hemos visto, el tiempo es una variable para la medición de la pobreza y, son muchas las mujeres que se dedican a tiempo completo o parcial a las necesidades de sus familias (personas dependientes, por ejemplo).

Los roles de género aún influyen en las elecciones personales y profesionales de las mujeres, y abren la puerta a posibles abusos económicos en las relaciones de pareja.

La violencia económica de género es otro factor que influye poderosamente en la relación tiempo, dinero y pobreza. Cuando hablamos de violencia económica entendemos, una forma sutil de violencia, que consiste en el control del acceso de las mujeres a los recursos económico. El control que surge del desequilibrio de poderes entre dos personas (en este caso entre mujer y hombre), es genera un límite a la libertad personal y a la gestión autónoma e independiente de dinero y del tiempo de las mujeres.

Entender que el tiempo es un factor fundamental para el desarrollo de las personas significa asumir que el late motiv de nuestra economía no puede ser solo la rentabilidad, sino que necesitamos darle valor al bienestar. No podemos seguir pensando que la productividad existe sin la reproductividad, que la economía financiera existe sin la economía de los cuidados, porque en España 16 millones de personas trabajan gratis 8h al día.

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