Gastar sí, pero con cabeza

La libertad de elegir

Veo los anuncios del último modelo de Iphone y me hace reflexionar en la facilidad con la que asumimos gastar una cantidad considerable de euros en un móvil o cualquier aparato tecnológico mientras nos cuesta dedicar ese mismo dinero a otros bienes o servicios.

Es curioso que la misma persona que es capaz de gastarse 1.000 euros en un móvil no lo hace en un electrodoméstico de alta eficiencia energética a pesar de que es una inversión que le supone un ahorro a largo plazo y mejora su calidad de vida. No visualizamos ese beneficio y priorizamos la satisfacción personal.

Nuestros abuelos valoraban las inversiones a largo plazo, daban valor a comprarse un buen abrigo, un buen bolso, un buen coche… No existía tampoco la misma oportunidad de compra de hoy en día, claro está.
A partir de los años 70 se entró en la dinámica de usar y tirar, ahora tenemos una visión mucho más cortoplacista, adquirimos muchos bienes y los desechamos con facilidad, no reparamos las cosas. Esto hace que muchas de nuestras compras sean compulsivas y muchas estén motivadas por un culto a la imagen y a la exposición en redes sociales.

Es cierto que algo esta cambiando, cada vez hay más concienciación con el medio ambiente, la contaminación, reciclamos, vendemos lo que no usamos, pero no renunciamos al placer de gastar.

Muchas veces confundimos, o queremos confundir comprar con gastar. Compramos las cosas que necesitamos, la compra diaria, un coche, una casa, ropa, los servicios de luz, gas, teléfono… Gastamos en ocio, viajes, extras, etc. Debería ser más o menos así, pero la realidad es que muchos gastos los convertimos en necesidad, no podemos tener un móvil básico porque “se nos queda corto”, tenemos que irnos de puente o de vacaciones al Caribe porque lo necesitamos o simplemente porque «yo lo valgo» y no nos importa endeudarnos de forma continuada e incluso dejar de pagar otras cosas con tal de tener algo que realmente no nos es imprescindible.

Rara vez nos paramos a pensar en qué y cómo nos gastamos nuestro dinero y organizamos nuestras finanzas y esto es fundamental para evitarnos disgustos, no es que no podamos darnos un capricho, por supuesto lo podemos hacer, pero los caprichos no pueden ser la causa de nuestros problemas financieros.

Muchas pequeñas compras aplazadas se convierten en una losa para cualquier economía, pero cuando incurrimos en ellas solo pensamos en que son 10 euros, 20 euros al mes y muchos 10, 20, 30 euros juntos nos obligan a pagar 500-1000 euros que podemos necesitar para otras cosas o incluso nos impide pagar gastos esenciales como el alquiler o la hipoteca.

Gastar si, pero con cabeza.

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Teresa Fraile, voluntaria de Nantik Lum.